La palabra tóxico nos remite a la idea de algo que nos mata o nos daña, pero cuando hablamos de las personas tóxicas en el ámbito laboral nos referimos a convivir con gente que nos genera un desgaste, tanto físico como emocional, que generalmente agotan nuestra energía e incluso puede hacer que baje nuestro desempeño en el trabajo.
El caso de Juan el tóxico
Pongamos un ejemplo de una persona tóxica en el trabajo: Juan tiene 47 años, tras terminar con mucho esfuerzo la universidad y un posgrado en una institución reconocida, tiene la fortuna de emprender su propio negocio. Juan siempre ha encontrado gusto por hacerse notar: en su casa, en la oficina, la universidad o hasta en sus relaciones personales; el problema es que lo hace a través de expresar su mal genio, levantando la voz para hacerse escuchar y siempre busca la forma de imponer su razonamiento con el fin de sentirse el centro de atención.
Tenemos el caso de un adulto controlador, prepotente, altamente nocivo, que trae a la organización sus malos hábitos interpersonales. Tenemos además a una persona que impone su juicio con prepotencia, que minimiza o ridiculiza el trabajo de sus colegas, que descalifica las ideas de los otros, o bien, que ejerce un permanente hostigamiento laboral. Su liderazgo está basado en el terror, en hacer sentir su poder mediante la humillación y en configurar estas alianzas nocivas con colegas que le siguen el juego, porque creen que así tiene que ser un líder.
Este tipo de persona es muy peligrosa en una organización y más si tiene un alto grado jerárquico, pues lo aprovecha para acorralar, acosar, causar miedo, terror, desánimo, provocar malestares físicos o psicológicos en sus subordinados; gusta de empobrecer la autoestima de los demás, de sembrar sentimientos de culpa que paralizan a sus colegas. Todos estos daños traen consecuencias negativas en la productividad y un pobre crecimiento en la organización de las personas que tiene a su cargo.
Así como el caso de nuestro hipotético Juan, todos alguna vez hemos conocido uno o varios perfiles de personas tóxicas en nuestro trabajo y es muy importante identificarlos. Entre las características más sobresalientes de estas personas son: constante negatividad, sentimiento de superioridad, generador de conflictos, eludir sus errores, no colaborar, cambiar de humor constantemente, no ser congruente entre lo que dice y hace.
Una vez que detectamos estos perfiles, lo más importante es contrarrestar estas actitudes nocivas. Te presentamos una guía con algunos antídotos eficientes:
Establece límites emocionales
No podemos elegir las personas que trabajan con nosotros y no es opcional compartir tiempo con ellos. Cuando de plano no puedas limitar este acercamiento, lo que sí está en tus manos es limitar la energía emocional que gastas en las personas tóxicas, no sigas su juego y no des más importancia de la que se requiere. Sé claro y establece límites con base en el respeto.
Sé fiel a tus valores
Dejar un trabajo para escapar de un entorno tóxico no significa que no hayas sido lo suficientemente fuerte para aguantarlo. En ocasiones no es más fuerte el que aprieta las manos si no el que las abre y aprende a soltar, con la finalidad de poner su bienestar por encima del dinero. Las personas tóxicas tienen la capacidad de ser una influencia negativa para nosotros, pero si eres congruente con tus valores como la honestidad, el respeto y la integridad, difícilmente te dejarás influenciar por estas personas. Tener claros tus valores es uno de los mejores escudos para lidiar con este tipo de gente.
Trabaja en la resiliencia
El término se refiere a la capacidad del ser humano de resistir la adversidad para convertirla en algo positivo o productivo para salir adelante, de acuerdo con tus objetivos y bienestar. Esto no significa que tengas que aguantar situaciones o tratos injustos, sino que tengas la capacidad de transformar un clima adverso o encontrar estrategias que te permitan sortearlas, e incluso sacar ventaja de ellas.
Céntrate en tus competencias
Piensa en lo que haces bien, subráyalo en los hechos, números, pruebas, evidencias contundentes para que la persona tóxica quede desarmada ante tus resultados objetivos. Cuando haces bien las cosas, difícilmente una persona nociva tendrá argumentos para atacarte.
Emplea alguna técnica antiestrés y de cuidado personal
El estrés es una fuerza o impulso de alerta que prepara a nuestra mente y cuerpo para pelear o huir. Enfrentar a una persona tóxica produce estrés: genera agotamiento o incluso puede llegar a cuadros de depresión. Para combatir este estado te recomendamos hacer ejercicio, realizar un pasatiempo con otro grupo que te haga sentir feliz, aprender algo nuevo, como meditación o ir al gimnasio o la natación, también puedes inscríbete a un curso o diplomado para estar mejor preparado.
Sé asertivo
Debemos hacer ver a la otra persona cómo nos sentimos con las cosas que hace. Que la persona tóxica vea que su actitud tiene consecuencias negativas y que estas afectan a sus compañeros. Si el compañero ve que sus conductas hacen daño o dificultan el trabajo de los demás, quizá tome otra posición. Aunque frecuentemente no lo hacen, si puede establecer límites a sus conductas nocivas. Ser asertivo es expresar las cosas como son, en el momento adecuado y con las palabras precisas.
Ten claros tus objetivos
El bien común y tus objetivos laborales son lo más importante. Ayudar a tus compañeros y comprometerte con tus labores te hará estar más centrado. Tus fortalezas serán realizar bien tus tareas, eso hablará bien de ti y te permitirá seguir creciendo. Céntrate en ello y olvida lo menos importante.
No podemos controlar el actuar de otras personas y a veces tenemos que trabajar con colaboradores que no vibran en la misma sintonía de empatía, trabajo en equipo, amabilidad y compañerismo; sin embargo, lo que sí podemos controlar es nuestro modo de actuar o reaccionar frente a personas o situaciones que ponen en riesgo nuestra integridad. Trabaja en ti y haz los cambios que sean necesarios para sentirte bien contigo mismo y así poder alcanzar tus objetivos profesionales.
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Lic. Edgar Sinué Rodríguez Macías