Numerosos expertos dicen que hablar en público es el miedo número uno de las personas, incluso por encima del miedo a las alturas, a los insectos, a la oscuridad o a morir ahogado. Aunque no cuento con una fuente confiable que respalde una estadística de esta magnitud, sí te puedo decir que, luego de 15 años entrenando a ejecutivos para hablar en público, creo firmemente que el hecho de pararte frente a un grupo de personas y expresar tus ideas es un temor que se ha exagerado, como el que existe al creer que las matemáticas son difíciles para la mayoría de los mortales.
Habrá quien piense: “¡Pero las matemáticas sí son difíciles!” Bueno… Esa frase indica que tú no entiendes matemáticas y, por lo tanto, las evitas, pero eso no significa que sean cosa de otro mundo. Lo mismo ocurre con la oratoria.
“Pero calladito me veo más bonito” ¿Para qué hablar en público?
Para responder esta cuestión, tomemos como punto de partida la frase del político y orador ateniense Pericles: “El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa está en el mismo nivel que aquel que no sabe pensar”. Por lo tanto, si pretendes que te valoren por tus ideas y por lo que pretendes proyectar, entonces vas a tener que aprender a transmitir tus ideas de manera clara y contundente a un número amplio de personas, es decir, no sólo tus amigos o gente de confianza.
Resuelto el punto anterior, ahora sí vamos a entender algunos conceptos de clave para que logres vender mejor tus ideas y a ti mismo.
Para poder hablar necesitas autoridad para saber qué decir
En primer lugar: Para ponerte al frente de un grupo de personas para hablar sobre algún tema, necesitas haberte ganado el derecho a hacerlo. Esto lo consigues, principalmente, a través del conocimiento o de la experiencia que has desarrollado en tu vida, porque es la evidencia que le da valor a tus ideas, y permite que las personas que te escuchan perciban en tus palabras algo mucho más valioso que el silencio.
Conecta con tu audiencia
Ahora bien, para que las personas estén dispuestas a escucharte, debes generar una conexión empática con tu audiencia; es decir, necesitan verte como una persona en la cual pueden confiar para que mantengan abierto el canal de comunicación y puedas construir credibilidad ante ellos. Por cierto… Si tu intención al hablar en público es evangelizar a tus oyentes con tu verdad, sacarlos de su estupidez o salpicarlos con tu sabiduría, mejor siéntate y evítate la pena, porque tu actitud de sabihondo cerrará el canal de comunicación y, en automático la audiencia “escuchará para responder” y no lograrás el objetivo ideal, que es “escuchar para entender”.
Imprime la pasión que quieres obtener
Si has cubierto los dos puntos anteriores, ahora tienes una audiencia dispuesta a escucharte, pero es fundamental que te comuniques de manera congruente. Un ejemplo de esto que te digo son esas maravillosas juntas donde el jefe pretende motivar a su equipo de trabajo con mentadas de madre. Si tú eres ese jefe, te tengo malas noticias: Tu equipo de trabajo no escucha lo que le dices, pero sí se queda con la manera en cómo se lo dices.
Entonces ¿Cuál es la forma más fácil de lograr esa anhelada congruencia? Emociónate y hazlo del modo en que quieres que se emocionen quienes te escuchan. Esto significa que, si pretendes entusiasmarlos, tú debes mostrarte entusiasta. Recuerda que necesitas modelar en ti la actitud que deseas ver reflejada en los demás; no pretendas que peguen de brincos si tú no lo haces. Si tus palabras carecen de la entonación, fuerza y pasión necesarias, difícilmente transmitirás emociones, sólo unas cuantas ideas.
Sé asertivo, no agresivo
El siguiente punto por considerar es que comuniques de forma asertiva. Esto se define como el punto intermedio entre pasividad y agresividad o, más preciso aún, decir lo correcto en el momento indicado. Es sencillo darse cuenta cuando no fuimos asertivos porque nos atormentamos con frases como: “Le hubiera dicho esto”, “Debí decir esto otro”, “Cómo no se me ocurrió”.
Planifica una estructura guía
La planificación es la mejor estrategia para evitar la improvisación y que pierdas el control de la plática. Debes considerar aspectos básicos como el tipo de audiencia, el estado de ánimo en que esta se encuentra, qué deseas lograr con tus palabras, todo ello te da referencias para que seas pertinente y asertivo. Olvídate de memorizar las palabras exactas, pensando que eso te hará lucir como todo un experto en el tema; lo más importante al hablar en público es la audiencia, no tú. Haz esquemas, apunta notas de las ideas más importantes y ordénalas, esto te dará guía, pero la información debes de tenerla lo suficientemente clara. Si aún te sientes inseguro, haz una exposición de prueba con tus amigos y atiende sus observaciones.
Por último, sigue una estructura que ayude a las personas a comprender de una forma sencilla la información que presentas; te puedo asegurar que el 99% de las personas que van a escucharte, tienen la mente puesta en un tema diferente al de tu presentación. El otro 1% restante, probablemente sea tu mamá. Por eso, cuando inicies tu participación no agradezcas, no te justifiques, ni digas que no vas preparado; es mejor realizar una apertura que capte la atención de tu audiencia: brinda un dato contundente o lanza una pregunta relacionada con tu tema y ponlos a pensar en ello, esto activará la comunicación, con lo que reforzarás la atención que necesitas.
Ahora que has estructurado tus ideas y tu audiencia está pensando en lo que tú quieres que piensen, transmítelas con confianza; proporciona evidencia que la justifique y emociónate al hacerlo; disfruta que tienes la oportunidad de estar frente al público, escucha lo que la audiencia tiene para compartirte.
Para finalizar, genera un cierre contundente que los invite a realizar acciones; no te despidas con un simple “gracias”. Aprovecha tu idea final como una manera sorprendente de cerrar tu plática, que sea contundente para que se convierta en un recordatorio de tu presentación, que sea asertivo, que las personas al salir digan que valió la pena escucharte e incluso quieran ponerse de pie para aplaudirte.
¡Prepárate, levántate y habla!
C.P. Arístides Ramírez